viernes, 13 de mayo de 2011

Fuerza y violencia

La más reciente portada del periódico De la Urbe (aplausos) es fuerte y violenta. La sangre en ese escudo de policía antimotines tiene dueño: Juancho. Su historia y la de muchos esa jornada la publiqué en Página/12, unos diitas después del "tropel", el más fuerte de este año hasta ayer jueves 12 de mayo, cuando se repitió y, no sé bien cómo, esta entrada desapareció de este blog. Vuelve y juega.


A Juancho le abrieron la cabeza a los golpes. Cinco policías se le fueron encima al verlo protestar desarmado, apenas con su voz y sus libros al hombro, por la presencia del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) en el campus de la Universidad de Antioquia. Las gotas de su sangre quedaron en los pasillos de la Universidad y en los enormes escudos de la Policía. Daniel Araque, otro estudiante, fue arrastrado por el piso ocho metros; Johana, insultada por los del Esmad y pateada en la cadera; Francisco, apaleado y cortado en una ceja. Centenares de ellos cuentan la misma historia.
El jueves pasado los estudiantes sufrieron una de las represiones más violentas de agentes armados que se recuerde en el estado en Medellín. Pero no fue la única. En Nariño, el mismo día y en circunstancias similares murió un estudiante de Sociología.
En la Universidad de Antioquia el gobierno nacional y la policía acusaron de terroristas a quienes protestaron. Enardecidos, los estudiantes rompieron vidrios, dañaron autos y quemaron sillas. Los daños, según autoridades universitarias, fueron por un valor de 35 mil dólares. Los muchachos se defienden. Comentan en imágenes publicadas en redes sociales como las de Juancho, que la fuerza pública es “lo más cínico de este mundo (...) Ahí en las fotos se ve claramente quién es quién”. Hoy se reabre el claustro universitario en Medellín y en todo el país comienza una semana decisiva para la seguridad en la universidades, que tiene de fondo la inconformidad por la reforma a la educación superior que propone el presidente Juan Manuel Santos.
Representantes de organizaciones estudiantiles le dijeron a Página/12 que lo más grave está por venir. Hace tres semanas al correo electrónico de su asamblea llegó un mensaje de supuestos paramilitares donde amenazan de muerte a los “terroristas” con “ideas tontas de cambiar el país”. Santiago Salinas, estudiante de Derecho, le contó a este diario que el ambiente universitario es bastante tenso no sólo para los líderes sino para el estudiantado en general. “Miedo, mucho miedo”, dice el agredido Daniel Araque en su Twitter cuando se dispone a regresar a casa la noche del jueves aporreado y “humillado”.
El día que llegaron las amenazas los de la brigada antidisturbios habían ingresado al campus para intentar dispersar una pequeña manifestación. Horas después, la Asamblea recibió la amenaza. “Es incómodo estar aquí”, “creemos que no hay garantías para dialogar sobre la reforma”, expresó Salinas días antes de los fuertes enfrentamientos el 31 de marzo. Ese día, Salinas y centenares de estudiantes debatían en el teatro una postura frente a la reforma nacional, y una más que la administración universitaria planea para que quienes se matriculen se gradúen más rápidamente.
“Quieren acabar con agentes de pensamiento crítico y actores políticos importantes de las universidades”, le dijo a este diario otro estudiante que pidió reservar su identidad. Para algunos, quienes permanecen más de seis años en las universidades públicas se dedican al trabajo político y militar de grupos ilegales como guerrillas. De ahí, y por los encapuchados que usan de manera ilegal explosivos en las universidades, las autoridades aseguran que las protestas son promovidas por rebeldes ilegales. “Notamos por las imágenes, por nuestra capacidad de inteligencia y de control, que había una estructura jerarquizada, de mando y control, que tiene todos los ingredientes para calificarla de terrorista”, aseguró al diario El Tiempo el general de la policía, Oscar Naranjo.
Sin embargo, otros sectores alertan sobre la presencia de paramilitares. “Las universidades no están exentas de presencia ilegal, eso está claro; sin embargo, es preocupante cómo el proyecto paramilitar las viene infiltrando desde hacía tiempo y al respecto nadie se pronuncia”, le dijo a Página/12 la abogada Adriana Arboleda de la Corporación Jurídica Libertad. En universidades como la UIS de Bucaramanga, recuerda Arboleda, se comprobó la infiltración y las escuchas ilegales realizadas por la agencia de inteligencia estatal DAS a profesores y estudiantes. El DAS es hoy una de las más cuestionadas instituciones del gobierno por perseguir ilegalmente a defensores de derechos humanos, periodistas y magistrados.
Algunos creen que en la revuelta del 31 de marzo había, además de ilegales, paras y guerrillas, infiltrados de agencias estatales. “Nos tomaban fotos; los mismo policías sin recato nos grabaron los rostros; un compañero detenido fue llevado a la Dijín (inteligencia de la policía) y fotografiado”, asegura un estudiante de la Universidad de Antioquia que participó, con piedras en mano, de la lucha. Unos tres mil estudiantes se defendían con piedras de los disparos de gases, balines y chorros de agua que el Escuadrón desató a las tres de la tarde, instantes después de que hombres encapuchados explotaron bombas molotov en la plazoleta del campus universitario.

Foto de Sergio González

lunes, 9 de mayo de 2011

Amazonas en el objetivo


Para acompañar sus fotos -logradas en un taller de la FNPI en Amazonas- David Estrada necesitó unas letras. Me di a la tarea de viajar a ese paraíso en las imágenes que, una a una, vivas y sensibles, me sacaron de la urbe estruendosa que eran mi barrio (Centro) y mi ciudad (Medellín) por esos días (diciembre). Meses después, fotos y textos fueron publicados en el diario español El Correo de Andalucía


Desde el cielo, el Amazonas luce como el corazón latino. La imponente selva se levanta sobre nueve países de la América del Sur. Es mítica, ardiente, verde y multicultural. Allí la vida es diversa y rica, y se alimenta del río más caudaloso y largo del mundo, también Amazonas. Este enorme bosque tropical es habitado por miles de especies de aves, millones de insectos y anfibios, particulares mamíferos como el jaguar, serpientes de ocho metros de largo (anacondas) y seres fascinantes como el delfín rosado.


Ahí, al este de la cordillera de los Andes y al oeste del Océano Atlántico, la vegetación es todavía más exótica. La Victoria Amazónica es muestra de ello. Sus hojas de hasta un metro de longitud lucen prodigiosas en las numerosas lagunas que forman el río y sus afluentes entre bosques y manglares. Son innumerables las especies vegetales, pero se sabe que el 20% de la fauna y la flora del mundo están reunidas en la Amazonía.
Con tal compañía, una tribu de indígenas sobrevive en la espesura de la selva. Se les atribuyen unas cinco lenguas oficiales y algunas independientes. La tupí es la más común. También están la lengua Ye o gê, la Caribe, la Arawak y las lenguas Pano Tacanas. Entre sus pobladores, el castellano se escucha por doquier, sobretodo entre tikunas. 
Conquistados por los españoles, los tikunas resistieron hasta la masacre. Ahora tan sólo hay 27.000 de ellos repartidos en tres países: Colombia, Perú y Brasil. Sus pieles marrones y teñidas de huito los hacen llamar "pieles negras". La pintura proviene del extracto de un fruto que también se conoce como jagua. Tatuajes temporales se observan en rostros y manos de los indígenas que los usan, además de estéticamente, como medio de subsistencia.

Por su virginidad y belleza, la Amazonía atrae multitud de turistas a lo largo del año. Muchas de las costumbres tikunas como bailes, artesanías y el huito mismo dejan de reproducirse como legado cultural y se insertan en la cadena de supervivencia. Aprender los cantos de la voz de una anciana indígena, por ejemplo, forma parte más de la vida económica que de la herencia identitaria.
Hoy por hoy es posible ver a los otrora guerreros de lanza y taparrabo con dólares en mano y usando un celular. De ahí que los tres mundos que habitan el imaginario tikuna estén cada vez más desdibujados. En el primero, el superior, existen seres similares a los humanos, las almas del mitológico Tae y los reyes buitres. El mundo inferior es dedicado al agua donde habitan extraños hombres con defectos como ceguera o enanismo junto a demonios. El tercer mundo es el intermedio, visto por los tikunas como la superficie de la tierra donde, además de humanos, hay en abundancia demonios.
La mezcla de costumbres y culturas hoy nos muestra otra cara de la diversidad amazónica. Junto a las tradicionales alabanzas al sol se escuchan oratorias evangelistas. Después del catolicismo que trajo Colón, los indígenas son conquistados por nuevas religiones. En pequeñas poblaciones como Macedonia (Colombia), los tikunas se reúnen dos veces por semana en un humilde templo donde se imparten leyes como la prohibición de fumar y habitar el lugar si no se es adepto al evangelismo.


La modernidad, en su medida, ha alcanzado los rincones amazónicos en sencillas embarcaciones donde también se mueven las mercancías calientes: armas y cocaína. En Amazonas, además, se viven los flagelos de cualquier país latino: hambre, pobreza y narcotráfico. Los lugareños están destinados a subsistir con la pesca y el comercio; los cultivos de arroz y plátano apenas dan para alimentar a los escasos habitantes; y el turismo, aunque cada vez aumenta, es aún reducido.
Dinero fácil también es una opción para algunos que, en la oscuridad de la selva, encuentran un cómplice. La triple frontera entre Colombia, Brasil y Perú es corredor estratégico para guerrilleros, mafiosos y militares de toda clase que sacan provecho al escaso control policial que se ocupa de requisar mercancías hasta la llegada de la noche. No son extraños los homicidios por ajustes de cuentas en lugares como Tabatinga en Brasil, íntimamente relacionado con el puerto de Leticia.
Leticia es la capital del departamento de Amazonas en Colombia. En este país, Amazonía es la zona menos poblada, tal como ocurre en Perú, donde se ubica el área con menos población humana. En el territorio colombiano, este bosque tropical corresponde al 42% del país. Aquí no solo el Amazonas colma de agua la región. Los ríos Caquetá, Putumayo, Guaviare, Apaporis y Vaupés también se dibujan serpenteando por el mapa amazónico colombiano que tiene su diminuto punto urbano en Leticia. Fue aquí donde, por primera vez, un hombre europeo tuvo contacto con un hombre tikuna. Francisco de Orellana lo logró gracias a que fue también el primer no aborigen en explorar el río Amazonas.
Un año le tomó recorrer el río más largo del mundo desde Cuzco, Perú hasta llegar a las aguas del océano Atlántico, pasando por Ecuador. Hoy el río es vida y muerte para los indígenas que habitan la Amazonía. Al amanecer, las mujeres van hasta su orilla para lavar y conversar. Resfrescándose de las altas temperaturas que duran todo el año, y esperando que sus maridos regresen de la pesca, las madres enseñan a sus hijas todo sobre la vida sumergidas en el Amazonas.
Niños y jóvenes hallan su refugio, sus juegos y hasta su hombría también en estas aguas tibias que, junto a la exuberante vegetación, proporcionan oxígeno al planeta entero. Débil como éste por la devastadora mano del hombre sobre la naturaleza, el Amazonas sobrevive cada día. La vida brota en cada rincón y los peligros aparecen también indistintamente. Salvaje y tierna, fuerte y frágil, virginal y demoniaca, sudaca y universal, Amazonía palpita desde el corazón latino.