miércoles, 22 de febrero de 2012

Después de la guerra II / Doña Amparo


Llevo años escribiendo de Amparo. Una crónica de tres páginas reposa en la carpeta inéditos de mis archivos esperando no sé qué. Anoche, de esquina a esquina, la reconocí. Ya no está de pie ofreciendo dulces entre carros sino en una "chacita" simple en la propia Playa, frente a mi edificio. 

Ya no tiene marido ni hijas pequeñas, y su casa, según me cuenta, ya tiene baño y cocina buenas. Espera, como sus hijas mayores, la ayuda del gobierno y esta nueva ley de víctimas para hacerse a una nueva, comprarse unas gallinas, sembrar un tajito en un buen solar. Sueños de desplazado, me dice una voz interna. Una mujer detenida en el tiempo, en "la nostalgia". Así titula el relato que aún espero publicar completo. Doña Amparo o La nostalgia. Dos parrafitos a continuación.


A la hora del desayuno, doña Amparo cuenta cabezas: un esposo desempleado, cuatro hijas, dos nietas, y ella, mujer entrada en los cuarenta, blanca, religiosa, campesina y desplazada. Nació en Frontino, un pueblito distante cuatro horas de Medellín. Lejos de su tierra, ladrones en vez de montar su caballo por praderas verdes y extensas, vende chicles y cigarros en el pleno centro, esquivando carros, amagando ladrones, contando monedas. Con dolor, Amparo recuerda lo que abandonó obligada por la guerra: la casa, el paisaje, el aire puro, una hija y una cultura. Cuando se vino, sintió en el pecho la primera gota de esa amargura que al levantarse derrama. “En todo ese viaje yo me sentí triste, yo lloraba. Si así fue el día que nos vinimos cómo sería después”.

Ahora es después. Amparo vive en El Pacífico, asentamiento de desplazados en la cumbre del cerro Pan de Azúcar de Medellín. Es un caserío empinado con escalas de pantano y niños por doquier; el acueducto es comunitario y la energía llega por cables que se enredan en los balcones; hay dos casas con líneas telefónicas y la internet acaba de llegar. Para comunicarse, los líderes barriales usan un megáfono. Por ese medio Amparo se entera cuándo vienen las ONG con las ayudas que le alivian de tanto en tanto la carga de sobrevivir en la ciudad.