viernes, 29 de marzo de 2013

No oremos. Reneguemos. Amén.


No elegí vivir a la enemiga -es que disfruto crear y además persisto en mi yo contenta-.

Ahora explico "el porqué" de esta defensa tan intempestiva como aquel beso sabroso de ese negro que baila.

Me criticaron en casa por no andar diciendo siempre cosas bonitas en Facebook. De lo malo, diga
lo buena, ¡esa fue la invitación!

El corazón me iba a estallar.

No reniego porque me falta la comida ni la nicotina ni la marihuana ni el sexo ni las peleas.
Es una manera, esta que he hallado de criticar los atranques de esta patria sucia y fanfarrona que es Medellín, de pasar la hoja un día, y uno más, amando semejante nido de muchachos buenos y pillos malos y rubias con silicona tanto tanto pero tanto que hasta yo misma quiero inyectarme un par de tetas grandes y conseguir un fierro livianito. Lo último sí son mentiras, porque, como decimos un amigo y yo, pa' que enfierrase si no es pa' matar. Y más muertos qué pereza. Somos un valle de lágrimas, húerfanos, viudas y niñas como yo que no vio crecer a sus vecinos porque el plomo les sobró.

De modo así vamos llegando al absurdo de este valle: luz en la calle, oscuridad en la casa. Así decía un
columnista un día de estos. Pa' que zapatos si no hay casa, me gusta decir a mí. Pa' que premios sí hay hambre. Para qué Empresas Públicas si no agua (y cortaron ya la luz). Pa' qué innovación si no se sabe (o no se puede) aún la forma de proteger la vida. Pa' qué. Pa' qué. Pa' qué.

Ah, sí, pa' sobar la barriga del gamonal paisa que no pocas tierras tiene ni apartamentos de lujo, ni hectáreas puallá en Córdoba ni negocios de importados. La gente feliz con deudas, y los gerentes alistando la bancaria pa' unas próximas innovadoras inversiones. Pa' qué. Pa' qué. Pa' qué putas reconocimientos si a la mayoría, que somos como el 80% de pobres y medio pobres, no nos tocan las ganancias. Siguen hablando de desarrollo como si ya no supiéramos lo que eso quiere decir: confort para pocos, sacrificios para muchos.

Somos y seremos obreros y el día que no trabajamos el plato estará vacío. A veces, antes de dormirme, pienso en algunos amigos que sé que no tienen nada en la nevera para el desayuno ni la cena ni ningún café de la semana. Se levantan y aguantan en casa hasta que salen a la calle a comprar pan. Más tarde, el día los bendice con una invitación a almuerzo. Y no es que no quieran, sepan o busquen trabajar. Es que pa' qué pa' qué pa' qué pero son hombres decentes que no quieren enfiarrarse. Porque todo hay que decirlo. Sigue abundando la opción del dinero fácil y poco poquísimo o nada mejoran las condiciones para un hombre o una mujer joven. Imagínense ustedes, el caso de los cuchitos.

Por eso me da piquiña esa lambonería con los Óscares del urbanismo aplaudidos por la clase dirigente. Esos allá sentados, desde antes de gatear apoltronados en el poder como el hijo de ese Gaviria que le arrebató las tierras a los campesinos de Urabá con fusiles paras (y qué), ese ese ese, esa clase dirigente, con esos yo no me junto ni celebro nada juntos.

Ante el crimen, la impunidad, la narcomelosería entre políticos, jueces, alias, bacrimes y policía, la gente, ahí sí, se queda calladita. No es pa' ir a la Fiscalía a decir entre zuzurros: "creo que nos gobiernan la mafia y el hijo de un paraco". Pero no trague pa' dentro. Escupa el asco y la molestia de que las cosas no cambien (criminalmente hablando) así los parques bibliotecas estén muy bien encumbrados.

Sí, familia y amigos queridos. Ante tanta berraca injusticia -ver tanta gente aguantar hambre y sed en la ciudad pujante, ver a mis amigos los niños buenos esconderse de los pillos, ver a doña Amanda todavía huyendo de barrio en barrio- me pongo es a criticar. Porque el sueño de un ejército y de tomarse el poder, eso ya no se usa. Nos tocó un siglo muy mercenario y yo mi vida sí que la amo y la quiero conservar. La revolución, la mía, es con las palabras, y las palabras son ideas.

Y vuelvo y digo pa' qué pa' qué pa' qué hijueputas. !Pa' qué!

Muy preocupada sí por esos primeros lugares de listas farándulas del mundo, Medellín le abre la boca al premio de esos banqueros -no otra cosa que ladrones con licencia-. Ladrones con yate, por supuesto, queriendo engrosar sus arcas pa' escalar en la lista del que la tiene más larga (la billetera). Porque no son ratas de cadenas de oro en el concurrido Hueco buscando pa'l vicio o pa' un hijo.

Póngase a ver en cambio cuando las gentes humildes alzan la voz para gritar no más (hambre, desempleo, fronteras invisibles, desaparición forzada, sangre derramada, niños en la guerra, campesinos sin río, muchachos sin papá ni amigos, madres sin hijos ni marido) ahí sí aparece el fanfarrón Estado representado en el Esmad y un idiota de corbata que nunca ha cogido un bus diciéndole a los medios: todo el peso de la ley. Ah, y detrás un policía -ojalá comandante de algo- que vacuna a la Oficina.

Por poco nos piden a nosotros, los que criticamos como acto de dignidad, que nos vayamos a innovar a la ciudad capital o a demostrar el ingenio paisa a lo largo del mundo entero.

Mi collar de arepas me lo reservo pa' destruilo de a poquitos en cada conversación que pueda y con ocasión de cualquier viernes santo en soledad. Amén.

Pd: Recen por mí. Y los que no quieran, no oremos, reneguemos.